domingo, 2 de marzo de 2008

KLOSTERS weekend. De polacos, taxis, nieve y más nieve

¡El blog SKI-CASP está de enhorabuena! Vuelven los Alpes, vuelven las esquiadas, vuelve el cachondeo, vuelve el ambiente sano, vuelven los maratones de transporte -esta vez cambiamos autobús por avión más tren, eso sí, tren suizo y ¡de calidad!-.

Cambiamos el "ça va?" de Marc por un "Ja, das ist super!"; el téléphérique por el Seilbahn; l'Estació del Nord por El Prat y Zürich Hauptbahnhof. El queso gana a las albóndigas. SKI-CASP sube el listón y se embarca en un nuevo reto, los Alpes Suizos y el dominio esquiable Davos Klosters.

Lástima que se quedaron por el camino el sol, el moreno chulo post-esquí, las habitaciones a pie de pista -si es que alguna vez las hubo-, los bocadillos en las sillas; pero sobretodo, echamos de menos a dos de los más grandes compañeros de esquí -y esquiadores- que he conocido en el deporte alpino: Araceli y Gerard. Para ellos va dedicada esta breve crónica del mano a mano de febrero -o la locura- de dos insensatos esquiadores.


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Aprovechando mi vuelta a Suiza, embarco conmigo a Marc, dos pares de esquíes, una butifarra y un bistec, jamón serrano, lomo y tres fuets.

Llegada a Zürich, paso relámpago por el apartamento -se me hace más corto el camino ahora, aunque vamos cargados hasta arriba, ¿eh Visky?- y sprint para lograr comprar el billete y forfait combinado en la estación. A bordo del tren, salida 20:37 destino:Landquart, montamos un espectáculo muy español: canapés de jamón serrano al agua de Suiza. Bueno, llamémosles montaditos, ¿ok? Ahora pienso que jamás nadie ha visto por aquí a dos españolitos en un tren manufacturando bocadillos de jamón con tanta clase; tanto glamour. Arriba el jamón; ¡abajo el rosti!

Cambio de tren fugaz en Landquart; tomamos ahora un tren algo más antiguo que nos llevará directamente a Klosters, pequeño pueblo del cantón Graubünden, a poca distancia de Davos y de la frontera austriaca.

Me dijeron que desde la estación de tren hasta el albergue, o Jugendherberge, o Youth Hostel o como quiera llamarse, había poco más de diez minutos andando. Después de una intentona y comprobando que los esquíes, las botas y las maletas no son ligeras, decidimos llamar a un taxi -recomendación del amigo de Andy?¿-. Eso no son 10 minutos hombre, ¡eso son 100! Vuelve el glamour, ahora de verdad: acabamos de llegar al hotel de Klosters en taxi! Recojo las llaves en recepción y pernoctamos en una habitación doble, forrada de madera, acogedora, con vistas. Previo al sueño, conversación inquietante con Francesc Marc Alvaro, que sigue documéntandose para su crónica de la Vanguardia en el pasillo de nuestro piso. Dice Visky que este individuo huele a alcohol que no veas. Luego resultará ser el padre de la familia von Trapp que ha decidido pasar sus vacaciones esquiando.

Primer día de esquí. Muy nublado, aunque las nubes son ligeras y el viento descubre zonas de limpio cielo azul. Descubrimos un invento para acercarnos al teleférico: una pista improvisada detrás de nuestro hostal. Compra de forfaits y arriba. La estación de Davos Klosters está formada por cinco grupos de pistas -no conectadas entre sí mediante arrastres- ubicados en sendas montañas. Decidimos atacar la zona de Parsenn, las más cercana a nuestra posición, que es a la vez la más extensa de las cinco.

Durante ese día pudimos presenciar el espectáculo de los Alpes: enormes cadenas montañosas nevadas, valles verdes y pueblecitos de madera y piedra. Y una nieve muy muy buena.

Parada técnica de avituallamiento -no haré más comentarios sobre ella (los dos estábamos allí, así que los dos sabemos lo que comimos)- y cierre de la jornada de esquí. La bajada hasta el inicio de la estación me lleva 30 minutos a lo largo de una pista rodeada de abetos. La nieve ahí abajo está flojita. Y al acabar la pista, ¡vaya "chiringo", vulgar sinónimo de chiringuito, se han montado lo suizos! Prometo volver a investigar.

La cena, incluida en el precio, a las 18:30. A Marc esto no le acaba de convencer. Inspección posterior por el pueblo. Siempre recordaremos el "Bistro" y su DJ. Para los que no lo visteis: un bar grande, desierto, en el que un hombre ha conectado una minicadena a una bola de luces y, de vez en cuando, acciona una máquina de humo. Cutre, muy cutre. Son las 9 de la noche y toca retirarse a dormir. Unas cuantas canciones de la Trinca y caemos rendidos. ¡Son las diez de la noche de un viernes!

Segundo día o día de la ascensión. Ayer por la noche decidimos poner la alarma a las 7 de la mañana con la intención de visitar Madrisa, otra de las zonas próximas a Klosters y terminar el día de nuevo en Parsenn. Nada más lejos de la realidad. El mal tiempo dificulta la salida del albergue -quizá el mal tiempo y algo más...- Consideramos entonces que lo mejor es esperar hasta que aclare la niebla y cese la lluvia. Son algo más de las nueve; sigue lloviendo. Recordamos viejos tiempos y nos lanzamos a la aventura. Creo que esto ya nos gusta. Nos gusta poner a prueba nuestros equipos. Nos gusta ponernos a prueba a nosotros mismos. Iniciamos de nuevo el ascenso a Parsenn.

El viento obliga a cerrar la mayoría de remontes mecánicos. Las primeras bajadas las recuerdo fantásticas, ¿verdad? Pronto nos damos cuenta de que estamos encerrados en un bucle de pistas. Y tomamos la decisión equivocada: alcanzar a pie la pista 21, la pista que conecta de nuevo con la base de la estación. La pista 21.

No exagero si escribo que me sentí como Sir Edmund Hillary el día en que coronó el Everest. Nosotros además llevábamos esquíes. Nuestra pista objetivo no distaría más de 300 metros de nuestra posición; ahora bien, una ladera de nieve se cruzaba en la ruta. Enorme cantidad de nieve. En varias ocasiones cubrió mi pierna hasta el muslo; mis brazos hasta los hombros. Me gustaría volver a ver la escena: ahora sólo recuerdo muchísimo esfuerzo y a Visky apareciendo lentamente por la ladera, lanzando los esquíes al aire y maldiciendo todo lo maldecible. Recuerdo también que lo primero que le dije al verle fue: ¿No estás muy satisfecho de ti mismo?

Las fuerzas empiezan a menguar. La lluvia, la nieve y la niebla no lo hacen. Breve pero delicioso avituallamiento en el chiringo descubierto ayer. De nuevo se separan nuestros caminos: Marc decide retirarse al albergue y yo me dirijo a Madrisa en busca de nuevas pistas. El sector de Madrisa ha cerrado las puertas; ahora el acceso a Parsenn tampoco funciona.

Vuelta frustrante al albergue. Son algo más de las 3 de la tarde y me siento ansioso por aprovechar los últimos momentos de esquí. A lo largo de los años, la experiencia me ha enseñado a controlar estos momentos: debo estar muy satisfecho y agradecido por las bajadas de hoy y de ayer. Nada de enfados. Ni una frustración.

Ducha robada pero muy confortable; últimas compras en Klosters; tren hasta Landquart; cambio hasta la estación de Zürich, donde dejamos esquíes y botas en consigna. Paseo por Bahnhofstrasse y cena redonda en Swiss Chuchi: raclette, rosti y fondue. Los señores de Schmitz han cenado de maravilla. En parte por el delicioso queso; en parte por la agradibilísima atención del polaco del restaurante. Polaco por sus zapatos, con la misma plataforma que usan en Polonia para imitar al Rey.

No mucha gente puede decir "esta mañana he esquiado en Klosters y ahora ceno fondue en Zürich". Nosotros podemos hacerlo. Pero nada valdría lo mismo sin la compañía, el humor y el entusiasmo de mi compañero Visky.

Ya vendrás tiempos peores, ¿o no? en Mainz. Hoy hemos disfrutado como benditos.
Ha valido la pena el esfuerzo.

Manoi Manoi.

¡Viva Klosters, Viva Suiza y Viva SKI-CASP!

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